El reclamo
José Pedro Sergio Valdés Barón
*
Todavía era de madrugada cuando su madre los despertó
para ir a trabajar al basurero municipal, él y sus dos hermanos mayores
acompañaban todos los días a sus padres y solo su hermana adolecente se quedaba
al cuidando de sus hermanitos pequeños de solo tres y dos años de edad.
Todas las mañanas salían de su casa hecha de adobe,
láminas metálicas y de cartón, para caminar los diez minutos que los separaban
del vertedero de basura municipal. Era importante llegar temprano al tiradero
antes que los demás recogedores, porque así podían tener más oportunidades de recolectar
la basura más cotizada, como eran los deshechos de aparatos domésticos,
botellas, plásticos, metales y ropa vieja, aunque a veces se llevaban todo tipo
de sorpresas, desde un valioso billete perdido hasta un feto humano abandonado.
Benito y su familia ya estaban acostumbrados a los
fétidos olores, a la suciedad y a convivir con la presencia de animales
carroñeros, como ratas, zopilotes y perros famélicos; sin embargo cada vez era
más difícil el trabajo, debido a que cada día estaban aumentando las personas que,
abrumadas por la pobreza, se veían obligadas a recolectar basura como último
recurso para sobrevivir, y la competencia se estaba convirtiendo en una feroz lucha
de perros y gatos.
Su padre alcohólico con 51 años de edad y sin
estudios ya no podía conseguir trabajo y sus hermanos apenas podían leer, sumar
y restar operaciones sencillas y él no sabía nada, sin embargo se había
propuesto aprender de cualquier manera y no cejaría en su empeño. Había oído
que un grupo de personas intentaban ayudar a los hijos de los recolectores de
basura, dándoles clases de primaria básica los sábados por la mañana en un
baldío que estaban acondicionando con una carpa y bancas restauradas.
Logró convencer a sus padres para que le dieran
permiso de inscribirse en la escuela primaria provisional y fue de los primeros
niños en hacerlo. El inicio de clases los sábados cambió felizmente su rutina,
y aunque ese día seguía levantándose junto al resto de su familia, en lugar de
acompañarlos al basurero se dirigía alegremente a la escuela improvisada, donde
de inmediato destacó como un estudiante muy inteligente y dedicado. La maestra
Virginia no tardó en encariñarse con Benito, despertándole el deseo de apoyar
al niño en lo que pudiera.
Las damas del grupo humanitario El corazón de Guadalupe se habían dado a la tarea de ayudar a los
niños de padres recolectores de basura, y a la maestra Virginia Buenrostro le
asignaron dar clases los sábados por la mañana en la escuelita del Bordo de
Xochiaca, el tiradero más grande de la cdmx
y probablemente de toda Latinoamérica. La primera vez que llegó al Bordo quedo
impresionada, no solo por su tamaño sino por los repugnantes olores que
despedía la suciedad y los niños harapientos que deambulaban entre la basura
junto a repulsivos animales. No se desmoralizó, por el contrario sintió una
mayor necesidad de ayudar a esa gente y se convirtió en una de las personas que
más se empeñaba para lograr una escuela provisional lo mejor posible, donde se
impartieran los conocimientos básicos para que los niños tuvieran una mejor
oportunidad de vida.
La maestra Virginia no tardó en darse cuenta que Benito
era un niño especial, no solo por su brillante inteligencia, sino además a sus siete
años era muy responsable y parecía una esponja sedienta absorbiendo todos los
conocimientos posibles a su alcance. Cuando aprendió a leer devoraba los libros
a pesar del poco tiempo que tenía libre entre semana y solo cuando su madre le
ordenaba que se durmiera apagaba la vela que iluminaba su lectura. Un año
después, Benito estaba más que listo para los estudios de secundaria, por
desgracia sus padres no podían darse el lujo de enviarlo a la secundaria
pública más cercana, no tenían manera de prescindir de él en el trabajo y mucho
menos tenían dinero para comprar los libros y el uniforme que se requerían. Cuando
Benito sin razón aparente se ausentó de clases durante varios días, la maestra
Virginia temió que estuviera enfermo o le hubiera pasado algo, así que con la
anuencia del grupo El corazón de
Guadalupe un buen día la maestra Virginia se presentó en el vertedero en busca de Benito, pero no obstante creer
que se había adaptado a los olores nauseabundos del lugar, estando tan cerca tuvo
que taparse la nariz para soportarlos sin poder evitar las náuseas. Mientras
buscaba a Benito sus ojos se humedecieron al observar a los niños que parecían
nadar entre la basura, debido literalmente a que el suelo se sumía a sus pies al
haberse ablandado por los gases tóxicos contenidos en la inmundicia. Para su
fortuna, la maestra no tardó en encontrar a Benito y, aliviada al verlo bien,
le gritó para que se acercara. El niño se asombró al ver a su maestra en medio
del basurero llamándolo con insistencia, intrigado y pensando que algo andaba
mal, tan rápido como se lo permitió la basura se acercó a la profesora
Virginia, quien con una sonrisa en su bello rostro le explicó el motivo por el
cual lo estaba buscando: como no sabía dónde vivía se le ocurrió ir al
vertedero para localizarlo y averiguar por qué no se había presentado a clases.
Benito, desplazando a su maestra lo más retirado del cúmulo de desperdicios, le
aclaró que el motivo era que su hermano Salvador se había enfermado de una
infección y permanecía en cama muy malo. Compadeciéndose del muchacho, la
maestra le pidió que avisara a sus padres que la llevaría a su casa para ver
qué podía hacer por su hermano enfermo. Transcurridos varios minutos regresó el
niño acompañado de su madre, quien, después de las presentaciones, guió a la
profesora hacia su humilde hogar en tanto Benito regresaba al trabajo.
Salvador era un niño de unos diez u once años
postrado en un desvencijado catre y cubierto a medias por una cobija
despidiendo malos olores, la cual permitía apreciar un cuerpo esquelético y
amarillento empapado en sudor por la alta fiebre. Chava, como le llamaban de cariño,
se había cortado una mano con un vidrio en el basurero y sin los cuidados
necesarios se le infectó. Como sus padres no tenían dinero para llevarlo con un
médico y el Centro de Salud estaba muy retirado, solo pudieron conseguir agua
oxigenada y merthiolate en la farmacia local con lo que intentaron curar la
infección que se presentó más tarde. La maestra Virginia se preocupó al ver el
brazo de Chava con un color azuloso y llagas supurando a pesar del emplaste de
hierbas medicinales que le había aplicado un vecino, quien a veces fungía como
curandero de la segregada comunidad, y se le partió el corazón al ver a la
madre consolando a su hijo y tratando de bajarle la fiebre con trapos húmedos
en la frente. Sin pensarlo más la maestra le aseguró a la madre que no se
preocupara, y salió de la miserable vivienda en busca de su camioneta para
llevar al niño a emergencias del Hospital de Salubridad del municipio de
Netzahualcoyotl.
Con las relaciones de algunas damas del grupo
humanitario el Corazón de Guadalupe, la
maestra Virginia logró la admisión de Salvador en el hospital y que los médicos
lo atendieran de inmediato, por desgracia no pudieron salvar la extremidad y
debieron amputarla hasta la mitad del brazo; sin embargo, todos agradecieron a
la Virgen de Guadalupe que Salvador conservara la vida, aunque probablemente
sería muy dura para él en sus condiciones.
La maestra Virginia no se conformó y aprovechando el
agradecimiento de los padres de Chava, los convenció para que permitieran a Benito
estudiar la secundaria y mientras lo hacia ella se haría cargo del niño. Como
esto representaba unas manos menos para el trabajo en el basurero, además de la
obvia incapacidad de su hijo Salvador, la maestra les ofreció una despensa
semanal que había autorizado el grupo humanitario Guadalupano. A partir de ese
momento la vida de la familia Sánchez cambió por completo, ahora tendría la
comida asegurada y el dinero que sacarán por su trabajo en el vertedero podrían
utilizarlo para comprar un poco de ropita de segunda, mejorar su vivienda y tal
vez hasta también pudiera estudiar Salvador siguiendo los pasos de su hermano Benito,
quien se estaría labrando un mejor futuro para él y su familia con la ayuda de
la maestra Virginia.
Para Benito salir de ciudad Netzahualcoyotl fue como
transportarse a otro mundo, un lugar inimaginable donde al principio se
intimidó, pero conforme la camioneta transitaba por las calles y avenidas, en
tanto la maestra le respondía sus preguntas, su asombro fue creciendo hasta que
quedó maravillado de la cdmx y se
sintió feliz por lo que comenzaba a vivir. Su felicidad fue completa cuando fue
bien recibido por el esposo de la maestra Virginia, un exitoso abogado de
nombre Ramón Dehesa, y su hija Ana Laura, quien se acomidió para mostrarle al
niño el hogar de la familia Dehesa Buenrostro, a la cual ahora él también
pertenecería. Al mostrarle la habitación que sería de él, le explicó que antes había
sido de su hermano fallecido en un asalto malogrado, resultado de la creciente
violencia que imperaba en la cdmx y
que parecía que nadie podía librarse de ella sin importar el nivel social, el
lugar o la hora.
Ni soñando Benito se imaginó la vida que tenían otras
familias, y aunque la de la maestra era de la clase media alta, su casa sin ser
una mansión era bastante grande y estaba amueblada sin lujos pero muy
acogedora, a todas luces muy diferente a la en que vivía su familia, haciéndolo
sentir remordimientos con frecuencia cuando comparaba las carencias que seguían
sufriendo sus seres queridos con todo lo que ahora él disfrutaba. Se consolaba
pensando que si estudiaba lo suficiente podría tener un trabajo que le
permitiera ayudar a su familia y sacarlos de la pobreza extrema en la cual
vivían.
El joven Benito ingresó al Colegio Buckingham con una
beca completa otorgada gracias a la maestra Virginia, quien impartía clases de
primaria en la misma escuela. Su corta edad para la secundaria llamó la
atención de alumnos y profesores, y más tarde se hizo popular como el
estudiante más sobresaliente del colegio, haciendo sentir orgullosa a su
familia y a la de la maestra Buenrostro. La dedicación de Benito solo se
interrumpía los fines de semana, cuando los sábados se iba con la maestra al Bordo
de Xochiaca. Ella a impartir clases a los niños pepenadores y él a convivir con
su familia hasta el domingo por la tarde que lo recogía la profesora.
En poco más de un año Benito terminó la secundaria, y
las pruebas wisc que le hicieron
determinaron que su ci era de 155,
sin duda la de un niño superdotado. Un hecho que la maestra Virginia intuyó
cuando Benito fue su alumno y ahora le abría las puertas con una beca completa
en la preparatoria y universidad que él eligiera. Benito prefirió el Colegio
Simón Bolivar para estudiar la preparatoria, y unos meses después fue elegido
para presentar una ponencia en el Tecnológico de Monterrey con el tema: La pobreza extrema en México. La
exposición de Benito fue muy aclamada y tocó el corazón de todos los que la
escucharon, motivando que pronto le llovieran invitaciones de varias universidades
para que presentara su ponencia. No fue sorpresa que Benito fuera catalogado
entre los diez niños más superdotados de México y fue seleccionado para exponer
el agradecimiento en la ceremonia de la sep
para galardonarlos, encabezada por el presidente de la República Eugenio Pérez
Núñez y el secretario de educación pública Armando Félix Campos, entre otras
celebridades de la educación y la política.
Cuando Benito Sánchez Cihtli subió al pódium todos
guardaron silencio, incluyendo al presidente epn
y al secretario de educación afc.
La voz de Benito era grave y por el micrófono inundó a toda la concurrencia, y
al no llevar nada escrito pudo encarar directamente a los ojos del presidente epn al iniciar su ponencia de
agradecimiento:
—Señor
presidente Eugenio Pérez Núñez y autoridades presentes, mis compañeros y yo les
agradecemos encarecidamente la distinción y la premiación que nos han hecho el
honor de otorgarnos; sin embargo, hay muchas cosas que por desgracia no podemos
agradecerle y que aprovecho la ocasión para solicitarle que nos aclare:
Señor presidente epn
¿cómo es posible que en un país como México, con más del sesenta por ciento
viviendo en la pobreza, donde hay familias como la mía trabajando entre los
desperdicios de un vertedero de basura para apenas sobrevivir, existan
ciudadanos que estén compitiendo por estar entre los más ricos del mundo, como
Carlo Salim? ¿O que la mayoría de los políticos con un puesto público amasen
fortunas que son una ofensa para el pueblo? ¿O como usted señor presidente que
ha incrementado su capital hasta ser considerado, no oficialmente, como uno de
los cincuenta hombres más ricos de México; sin embargo, a pesar de mantener un
bajo perfil de su riqueza, los mexicanos la hemos intuido con las mansiones que
ha comprado su esposa, al verla con toda la familia dilapidando dinero en los
lujosos Mall de eua, y más
recientemente se le ha visto gozando la vida en la ciudad de Paris acompañada
también de la familia, haciendo sospechar a la opinión pública la probabilidad de
que esté buscando ahí mismo un palacio para cuando usted se autoexilie al
terminar su gobierno, como medida de precaución en caso de presentarse algún
reclamo social importante, estrategia que utilizaron con éxito algunos exmandatarios
que le precedieron?
Benito hizo una pausa esperando la respuesta de epn. En medio de una tensión expectante
el mandatario, visiblemente molesto, se inclinó sobre el micrófono que tenía
enfrente en la mesa y comenzó hablar conteniendo apenas su enojo. Como casi
siempre sucedía, epn no tardó en
comenzar a desvariar y salir con sus acostumbrados “osos” que hicieron sonreír con
burla a los presentes. Como estaba siendo repetitivo, Benito lo interrumpió con
una nueva pregunta: ¿Tal vez sí pueda explicarnos la razón por la cual el
gobierno de México no es capaz ni de sufragar una educación básica a las
poblaciones marginadas, como sí lo hacen organizaciones no gubernamentales, en
su mayoría extrajeras, o por qué en el sector salud hay tantas carencias, si
supuestamente los gasolinazos diarios son para cubrir el déficit de Pemex y de esa manera no tener que afectar
los presupuestos de esos sectores?
De pronto el sistema de sonido calló y comenzó a
emitir un molesto zumbido que dio por terminado el vergonzoso espectáculo de epn y sus acompañantes. Alguien dio la
orden para detener el reclamo público al gobierno que estaba haciendo un niño
de solo nueve años de edad.
Al terminar la preparatoria, Benito decidió aceptar
la beca de la Universidad de Columbia en New York para estudiar la carrera de
Economía Internacional, y aunque su familia había prosperado con la ayuda de la
maestra Virginia y el grupo humanitario El
Corazón de Guadalupe, quienes ayudaron a sus padres para conseguir un
trabajo modesto pero estable, y escuela a sus hermanos que felizmente dejaron
de trabajar en el vertedero, al recibirse de economista aceptó un
extraordinario trabajo en la ciudad Suiza de Lausanne junto al lago Lemán,
donde la corrupción era mínima en comparación con México y todavía se podía
pasear en las noches sin correr peligro de ser una víctima de la delincuencia;
un lugar en el cual también existía la pobreza, sin embargo era tal que podría
ser envidiada por la clase media mexicana. A ese país europeo emigró con toda
su familia, y agradeciendo infinitamente a la Maestra Virginia y a todas las
personas que le ayudaron, con el corazón partido les dijo adiós y jamás regresó
a su amado México.
Fin
José Pedro Sergio Valdés Barón
Si sientes que también podrías unirte al reclamo, puedes
comenzar por compartir esta historia que, siendo ficticia, está basada en la realidad
que están sufriendo millones de mexicanos, no solo en los vertederos de basura
sino a todo lo largo y ancho de la República Mexicana.
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