Trasmutación
José Pedro Sergio Valdés Barón
No se dio cuenta hasta cuando tenía unos siete años,
lo comenzó hacer en las ocasiones en las cuales su madre lo buscaba para castigarlo
por haber hecho alguna travesura grave. Al principio no sabía cómo lo hacía, ni
lograba controlarlo por mucho tiempo, pero con la practica aprendió lo que
podía hacer y cuáles eran sus limitaciones. Se le escapaba a su madre
transformándose en cualquiera de sus amigos por un corto lapso, y al pasarle el
enojo a su madre regresaba a su casa. En la escuela se convertía en otro niño cuando
su profesor o el director lo querían castigar por alguna falta, y se anticipaba
a los alumnos mayores que deseaban hacerle bullying, escondiéndose en los baños
o en el closet de materiales didácticos para transformarse en un niño más
grande y fuerte, amenazándolos con golpearlos si le hacían algún daño a su
supuesto protegido, de esa manera ningún abusador se atrevía meterse con él. Como
era inteligente y sabía utilizar la computadora de su padre, investigó en
Internet su anomalía sin encontrar nada al respecto, concluyendo que
posiblemente él era único en todo el mundo. No obstante, la información obtenida
de otros fenómenos extraños le abrió los ojos, y muy pronto entendió que su don
debería mantenerlo en secreto para obtener mejores resultados, y además no
deseaba ser un fenómeno circense para la gente, ni un conejillo de indias para
los médicos.
Con
el tiempo prefirió comportarse como una persona normal, y solo en raras
ocasiones o por alguna razón importante utilizaba su don de transformarse con
solo pensarlo y tan fácil como hacer un simple gesto, aunque únicamente podía lograrlo
con su cuerpo modificando su color, facciones, complexión y estatura por un
máximo de doce horas. Así llegó a la edad adulta siendo un hombre exitoso en su
profesión de periodista, y no obstante haber tenido muchas mujeres en su vida
nunca se casó ni encontró el verdadero amor.
Solitario,
y cerca de los sesenta y cinco años de edad, su única diversión era ver
televisión en su departamento de soltero o meterse en un cine y vivir fantasías
a través de la pantalla, permitiéndole a su imaginación vagar dentro de los
personajes ficticios de las películas o más tarde en los mundos creados por él
mismo. Sin embargo, un día cambió su vida por completo al contemplar en la
pantalla gigante a la mujer más hermosa jamás vista por él. Su nombre era Gemma
Arlington, una actriz Australiana de indescriptible belleza. Fue amor instantáneo
a primera vista, y desde ese momento se convirtió en la razón de vivir del
anciano Juan Pérez. Lo primero en hacer al día siguiente fue buscar en todas
las filmotecas las películas protagonizadas por Gemma, que por desgracia no
eran muchas, y continuó indagando toda la información de ella subida a Internet,
para finalmente sentir la imperiosa necesidad de conocerla en persona y tal vez algo más.
Pasados
unos días no solo estaba perdidamente enamorado, sino ya se encontraba
obsesionado con ella. Sentía conocerla desde siempre y en su mente estaba gravado
cada centímetro de su cuerpo. Aunque estaba consciente que ella vivía en otro
mundo por completo diferente al de él, no solo separado por la distancia sino
también por el tiempo, Gemma tenía treinta y un años y él era un viejo. Por
suerte ella no tenía hijos y estaba separada de su cónyuge por el momento, dándole
a él una oportunidad imposible de desperdiciar. Con la información conseguida
logró conocer los gustos de Gemma, sus preferencias, necesidades y debilidades,
permitiéndole elaborar un plan con muchas probabilidades para conquistarla. Comenzó
con practicar su don casi olvidado para transformarse con el físico más atractivo
para Gemma, sin olvidar la personalidad y el carácter admirados por ella, y
como a lo largo de su vida de soltero había acumulado una pequeña fortuna con
su profesión periodística e inversiones bastantes lucrativas, no tuvo problemas
económicos para llevar a cabo su plan ya definido.
Un
buen día partió a la ciudad de los Ángeles, Cal. con la intención de
encontrarse con su amada Gemma y conocerla en persona. Por medio de sus
contactos periodísticos conservados supo que estaba filmando una serie
televisiva en Sony Pictures en Culver City, usa
y hasta allá se dirigió. Se hospedó en el hotel Ramada Culver City cercano a
los estudios, y gracias a su dominio del idioma inglés, pudo ponerse en
contacto telefónico con el responsable de relaciones públicas de los estudios
para concertar una cita con él. Dos días después recibió la confirmación para
una reunión con un asistente de relaciones públicas de Sony Pictures. Se
presentó en los estudios con la fisonomía de quien sería el nuevo Juan Pérez, y
se identificó con su credencial oficial de periodista que conservaba, requiriéndole
solo alterar la fotografía con su apariencia actual. El motivo argumentado, con
el representante llamado Alan Taylor, fue que una revista muy importante en
México estaba interesada en publicar un reportaje con su estrella Gemma Arlington,
lo cual, sin duda, ayudaría a los estudios Sony en la promoción en México de la
nueva serie que estaban grabando. La petición no era extraña, y el
representante Alan Taylor se comprometió con Juan para responderle a la mayor
brevedad posible. Satisfecho regresó al hotel y se puso a repasar todo lo que
sabía sobre Gemma. Sin mutación, para distraerse y matar el tiempo
transcurriendo lentamente el viejo Juan Pérez conoció los lugares turísticos
cercanos, como: La Marina del Rey y Santa Mónica, y una semana después recibió
una llamada de Alan Taylor para entrevistarse con la actriz Gemma Arlington.
Con
su mejor apariencia y muy nervioso se presentó en los estudios a la hora
indicada llevando una grabadora portátil, y en una confortable estancia se
sentó a esperar impaciente, acompañado de su amable anfitrión, la aparición de
su amada. No esperaron mucho, y de pronto Juan sintió iluminarse el lugar al
contemplar por primera vez la hermosura de la mujer amada en persona. Al
estrechar su mano se dio cuenta de dos cosas: la belleza de ella superaba todo
lo imaginado, y en sus ojos marrones percibió que él le agradaba sin la menor
duda. Al quedarse solos, Juan inició la entrevista como solía hacerlo, y poco a
poco fue haciendo crecer el interés de ella, quien disimuladamente quiso saber aspectos
personales de él, como: dónde vivía, si era casado o tenía pareja, y no
obstante haber visitado México en varias ocasiones, insistió le describiera
lugares románticos para conocer en el país Azteca, fuera del contexto profesional
de la entrevista y como una insinuación sutil. Así el tiempo voló y Gemma debió
irse, no sin antes aceptar una invitación a cenar de Juan, con el pretexto de
terminar el reportaje.
En
un automóvil rentado y vestido de gala se presentó con antelación en el
restorán Mastro´s Steakhouse para esperar con calma a Gemma. Al entrar radiante
la actriz captó la atención de los hombres, y no pocos envidiaron a Juan cuando
lo besó en la mejilla sentándose frente a él. La cena transcurrió como si se
conocieran desde mucho tiempo antes, y el motivo principal pronto quedó en el
olvido para dar paso a una relación que prometía ir más allá de una simple
amistad, la mutua atracción fue evidente. Esa noche se despidieron a la entrada
del restorán, y antes de subirse a la limosina con un chofer esperándola, las
comisuras de sus labios se rosaron al darse el beso de despedida en las
mejillas.
Cansado
pero feliz, Juan Pérez, el viejo, meditaba recostado en la amplia cama del
hotel. Todo salió como en ruedas, sin duda había logrado atraerla lo suficiente
para pensar en poder conquistarla. En los siguientes días no pudo verla tanto
como él hubiera deseado, durante la mayor parte del día estaba ocupada en el
set de grabación, y por las noches debía dormir temprano porque al día
siguiente tenía llamado a primera hora. Tan solo un domingo durante el cual
estuvo libre pudieron ir a pasear a Santa Mónica, y utilizando su amplia
experiencia con las mujeres no tardó mucho para lograr se comportaran como un par
de enamorados. Visitaron el famoso Muelle de Santa Mónica, anduvieron por la
Third Street Promenade, comieron en el restorán de mariscos The Lobster y
contemplaron la indescriptible puesta de sol en Ocean Ave en el Perri´s Café.
Unas
noches después, Juan llevó a Gemma a su lujosa residencia en Beverly Hills, y
antes de despedirse lo invitó a pasar. El interior estaba amueblado con lujo y
buen gusto, pero parecía algo impersonal, tal vez debido a que su verdadero
hogar estaba en Sídney, Australia, o por el rompimiento con su marido en
proceso de divorcio. Como fuera, a Juan le temblaban las rodillas por la
excitación, presentía que esa noche podría culminar su fantasía iniciada en la
butaca de un cine cuando la vio por primera vez. No se desilusionó, casi sin
darse cuenta paso a paso una pasión desenfrenada hizo presa de los dos,
llevándolos a la cama en la habitación de ella hasta la madrugada. Cuando agotados
en la penumbra se contemplaban tiernamente con ojos de enamorados, fue el
momento en el cual la alarma en el cerebro de Juan comenzó a sonar. Le quedaba
una hora, tal vez dos, para volverse a convertir en Juan Pérez, el viejo. Pretextando
que debía reportarse a México muy temprano y enviar el material recopilado
hasta el momento, se despidió de Gemma y resignados prometieron verse lo más
pronto posible.
Juan
Pérez, el viejo, tenía un serio problema, su dilema era continuar con el engaño
como hasta el momento, a pesar que cada día se estaba complicando y por el
cansancio cada vez le costaba más esfuerzo mantener la mutación, o confesar la
verdad aunque pareciera increíble y a sabiendas que todo terminaría destrozando
sus corazones. Por un lado sería honesto con ella aunque sacrificara su amor, y
por el otro sería un egoísta engañando al amor de toda su vida y seguiría sufriendo
el remordimiento que ya le quemaba. Mientras rumiaba su dilema, un día al salir
del hotel fue enfrentado agresivamente por un hombre, al cual reconoció como el
exesposo de Gemma, quien incrédulo le interpeló si él era Juan Pérez, el amante
de quien todavía era su esposa de acuerdo a la ley. Juan sorprendido titubeó en
responder, permitiendo al exmarido manifestar su duda muy lógica y tomarlo por
las solapas de la camisa, para espetarle: — ¡Usted no puede ser el desgraciado
Juan Pérez, usted es un viejo!—. Más por confusión que por miedo, Juan
aprovechó la salida, diciendo: —Usted ha de estar buscando a mi hijo— con lo
dicho Juan esperaba ganar tiempo para aclarar su mente. — ¿En dónde está el
maldito?— quiso saber el furibundo cornudo. — ¡No lo sé…No lo he visto desde
ayer!— respondió, Juan, aliviado. Empujando a Juan, el marido ofendido se
retiró furioso subiéndose a un auto estacionado frente al hotel. Pasado el
susto, Juan intento comunicarse con Gemma, pero no pudo hacerlo por estar ella
en plena grabación. Como se habían citado esa noche en la casa de ella decidió
esperar hasta entonces, dejando lo sucedido pendiente. Después de comer regresó
al hotel a descansar para estar listo en la noche, sin darse cuenta el sueño lo
venció y despertó cuando un noticiero de la tarde informaba de la agresión
sufrida por la actriz Gemma Arlington en manos del actor Peter Fabiani, quien
fuera su marido y ahora estuviera en proceso el divorcio del matrimonio. La
actriz se encontraba en estado crítico en algún hospital de Santa Mónica y la
policía estaba en busca del supuesto agresor sin éxito hasta el momento. Por
medio del representante de Sony, Alan Taylor, Juan supo dónde estaba internada
Gemma y, sin pensarlo, de inmediato se dirigió al lugar sintiendo que su
corazón se le salía del pecho. Durante cinco días, Juan permaneció la mayor
parte del día cerca de su amada en calidad de amigo para las autoridades que la
custodiaban, y solo se ausentaba para ir al hotel por las noches a
transformarse, bañarse y cambiarse de ropa para estar al día siguiente junto a
ella. Por fin, al quinto día Gemma salió del coma inducido, para reconocer
primero a sus padres quienes habían viajado desde Australia, y en seguida mirar
a Juan con lágrimas en los ojos. Días más tarde, Gemma abandonó el hospital en
silla de ruedas, con un brazo enyesado y un corsé inmovilizándole dos costillas
rotas. Como en los estudios Sony le dieron permiso para ausentarse hasta su completa
recuperación, los padres de Gemma la convencieron para viajar a su hogar en
Sydney, y solo aceptó al prometerle Juan alcanzarla tan pronto arreglara sus
asuntos pendientes.
Juan
no tuvo la necesidad de buscarlo, se había dado cuenta que el tal Fabiani lo
vigilaba, sin duda buscando el momento oportuno para atacarlo y antes que la
policía lo atrapara. Juan se había quedado para vengarse y eliminar cualquier
riesgo de otra agresión a su amada Gemma, por lo tanto urdió un plan para
llevarlo a cabo antes de viajar a Sydney. Esa misma noche, después de
despedirse de Gemma y su padres en el aeropuerto internacional de los Ángeles,
Juan, el joven, salió del hotel para caminar por el parque cercano, y al
percatarse de la aproximación del agresor, se ocultó en unos baños públicos para
transformarse en un verdadero monstruo asesino que sorprendió por completo a
Peter Fabiani, quien solo esperaba encontrarse con su indefensa víctima. En
realidad no le costó mucho esfuerzo dejar moribundo al infeliz Peter Fabiani,
quien de sobrevivir no sabría decir ni quién o qué lo atacó, y si la policía
buscaba a Juan Pérez, el joven, para interrogarlo jamás lo encontraría, estaría
viajando hacía Australia como Juan Pérez, el viejo, para reunirse con su amada
Gemma.
Juan,
el joven, por razones obvias rechazó quedarse en la casa familiar de Gemma, e
insistió en hospedarse en el hotel Vibe Hotel Sydney, no muy retirado de la
zona residencial de Rose Bay donde estaba el hogar de los padres. No obstante
estar limitada su movilidad, Gemma se las ingenió para llevar a Juan a los
lugares más emblemáticos de Sydney, como: por supuesto el edificio de la Ópera
de Sydney, el puente de la Bahía de Sydney, Bondi Beach y Chinatown. A los dos
meses de haber vivido en el paraíso, aunque no se hicieron el amor con
frecuencia, Gemma debía regresar a los estudios de grabación Sony en Culver
City, y ella ya hablaba de vivir juntos en su casa de Beverly Hills. Para Juan significaba
la hora para tomar la decisión más importante de su vida, el ser joven por unas
horas al día cada vez era más difícil, el engaño lo atormentaba y el cansancio
lo abrumaba, y convivir con su amada en los usa
estaba fuera de toda realidad. Ahora solo era cuestión de dónde y en qué
momento confesarle la verdad. Una noche antes de viajar a los usa y después que el amor los transportó
al edén de los enamorados, Juan se armó de valor y le explicó la realidad, la
cual al principio Gemma creyó era una broma pesada y en el momento equivocado;
sin embargo, no pudo evitar desmayarse cuando contempló cómo su amado se
transformaba en un viejo decrépito ante sus propios ojos. Juan lloró al ver la
expresión de incredulidad y asombro de Gemma antes de desvanecerse, y aceptó
que ese era el final de la breve felicidad compartida con su amada. Por fin comprendió
que todas las cosas en la vida tienen un propósito, y ahora sabía que su don
tuvo la finalidad de encontrar el amor, a pesar haber nacido en otra época y en
otro espacio diferentes a los de Gemma. Contemplando la belleza de su amada
entendió que ya no tenía ninguna razón de vivir.
Al
volver en sí, Gemma creyó estar soñando, mientras lograba enfocar sus hermosos
ojos marrones en la figura borrosa que tenía enfrente, pero no fue así,
paulatinamente se fue definiendo el rostro de quien suponía era su amado Juan
Pérez. Le parecía imposible lo visto antes de perder el sentido, sin embargo
ahí estaba ese viejo y su amor no se veía por ningún lado. Entonces notó que el
hombre no se movía, en tanto sus ojos la miraban fijamente sin pestañear;
armándose de valor se fue acercando hasta reconocer los ojos de su amado ahora
sin brillo y en un rostro desconocido. Superando su miedo se atrevió a tocar
aquella cara sintiendo la frialdad de la muerte. Impulsada por la necesidad de
encontrar una respuesta, registro el cadáver hasta encontrar una credencial de
identificación y un sobre con el nombre de ella. La identificación era de un
hombre llamado Juan Pérez Nahualtzin, de sesenta y cuatro años y nacionalidad
mexicana. Más tranquila, aunque incrédula y con el corazón destrozado, leyó la
carta dirigida a ella, donde Juan le explicaba todo y cómo se había enamorado
desde que la vio por primera vez en la pantalla de un cine.
Nunca
supo explicarse lo que percibió, pero ya no contempló el rostro desconocido de
un viejo, sino lo único que veía Gemma fueron los ojos de su amado Juan Pérez,
quien en vida tuvo un don imposible de creer, con el cual rompió todas las
barreras imaginables para amarla. Con los ojos humedecidos posó sus labios en
los de Juan, el viejo, y le susurró: te amo.
Fin
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