Carta a mis hijos
José Pedro Sergio Valdés Barón
Queridos hijos, me entristece escribir
esta carta porque creo que se preocuparan por mí; sin embargo deseo explicarles
con detalle lo que es convertirse en viejo y así ustedes puedan prepararse, a
mí nadie me anticipó nada y solo pude presenciar la vejez que es obvia para
todos. Sin embargo, no es solo el que se te arrugue la piel, que disminuya la
vista y el oído, que se te encoja el cuerpo y te duelan los huesos, que apenas
puedas reconocer a las personas y hasta a los seres amados y, al final, vencido
por las enfermedades y los achaques, te vuelvas dependiente y ansíes la muerte.
¡No! Todo eso no es más que lo superfluo, lo importante y muy profundo es tu
mente, es ir perdiendo muy lentamente el raciocinio y la facultad de distinguir
entre la realidad y la imaginación, que pierdas la memoria y solo queden algunos
recuerdos añorados o dolorosos. En mi persona he podido casi sentir como se han
ido apagando neurona tras neurona, disminuyendo mi capacidad mental que ha sido
lo más importante para mí, aunque en compensación siento que ha crecido el amor
hacia ustedes y mis nietos. Ahora cada día me motivo viendo crecer a los hijos
de mis hijos, y a veces creo que me hacen recordar alguna travesura de alguno
de ellos; pero, la verdad, ya no estoy seguro si en realidad sucedió o solo es una
ilusión producto de mi imaginación. ¡Sí! Mijos, el pasado se me va haciendo
borroso, ahora me confundo y no sé si algún suceso pasó ayer o antier. Es como
si un hermoso paisaje campirano se fuese opacando durante un eclipse de sol
total y las sombras tornaran todo en sombríos grises que estrujan el alma. Me
doy cuenta que estoy perdiendo todo lo que nos hace seres pensantes, haciéndome
temer más a la vida que a la muerte.