lunes, 16 de diciembre de 2019

Un año más



Un año más
Primero de diciembre, día de su cumpleaños y el inicio de la peor época del año para Antonio, todo le hacía recordar a su amada Beatriz y sin poderlo evitar se deprimía. Aunque en el resto del año nunca la olvidaba los días eran más llevaderos, su trabajo lo absorbía y el apoyo de su familia lo reconfortaba, y así habían transcurrido cinco años de su partida. Como lo hacía con frecuencia ese día iría a la cripta El rincón de las ánimas en el templo de San Juan, no obstante que como ya era su costumbre también lo haría el veinticuatro de diciembre, cuando se cumplía un año más del fatídico día en que sucedió la tragedia que ensombreció para siempre su felicidad.
Sin ganas entró a las oficinas de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, donde trabajaba como contador desde hacía catorce años. En ese aeropuerto conoció a quien se convirtió en su esposa, matrimonio que duró siete años de felicidad a pesar de no haber podido tener hijos.
Como siempre sucedía, pronto se sumió en los números que le permitían sobrevivir su pena, y casi sin darse cuenta ese día llegaba a su fin; al salir del trabajo, en su automóvil se dirigió al templo cercano a su casa, a un lado del parque de la colonia donde el destino le jugó la peor pasada de su existencia. El templo de San Juan se encontraba casi vacío a esa hora de la tarde, sin embargo se apreciaba espectacular con los adornos navideños y el pesebre con bellas figuras de cerámica representando al niño Dios, a María y Jesús, ángeles, querubines y animales. Una vez colocada una rosa en la cripta de su amada, hincado en un reclinatorio frente al altar con el Espíritu Santo al centro, el Jesucristo a la derecha y la Virgen de Guadalupe a la izquierda, Antonio les agradeció el haberle concedido un año más de vida, a pesar de que su corazón seguía roto y no encontraba consuelo entendía que la vida era un don divino, que por desgracia le fue arrebatado a su amada. Sintiendo un nudo en la garganta salió del templo por la puerta que comunicaba al parque, y caminando con lentitud llegó a una de las bancas colocadas frente al quiosco, al cual convergían todos los caminos que rodeaban pequeños jardines ahora adornados con motivos navideños y luces multicolores, sentándose en ella exhalando un suspiro. Por un largo momento contempló a los niños que felices jugaban por todas partes, y con enojo se volvió a preguntar ¿Cómo había sido posible que en medio de tanta alegría, en esa misma banca un demonio asesino pudo arrebatarle la vida a su amada sin que nadie hiciera algo para impedirlo? Sin poderlo evitar su mente regresó a aquel fatídico día, cuando una vecina tocó frenéticamente la puerta de su casa para avisarle que su esposa había sido encontrada muerta en el parque a un lado del templo. Al llegar al lugar, la policía tenía aislada la escena del crimen y no le permitieron entrar a ver a su esposa hasta que se identificó. Antonio jamás olvidaría ver a su amada reclinada en la banca con el pecho manchado con su propia sangre. El agente del ministerio público que levantaba el acta del crimen suponía que un ladrón al intentar arrebatarle el celular a la víctima, quien sentada en la banca hablaba con alguien, ella se resistió hasta que el criminal le asestó una puñalada en el pecho llevándose el celular. Al parecer algunas personas al escuchar los gritos de la mujer, vieron a un jovenzuelo mal vestido alejarse corriendo del lugar. Inmediatamente después del crimen la policía creyó que podría dar con el asesino por medio del GPS que seguía encendido, por desgracia pronto se apagó.
Después de cinco años, la policía no tenía la más mínima pista para dar con el asesino y la investigación fue a dar a un grueso cúmulo de expedientes de crímenes sin resolver. Tratando de borrar ese recuerdo, Antonio pensó en el día en que conoció a Beatriz en la cafetería del aeropuerto; esa mañana se le hizo tarde y bajo a desayunar algo en el restorán que a esa hora estaba abarrotado, y él tuvo la suerte de encontrar desocupada una mesa para dos personas en un extremo de la cafetería. De pronto una joven llevando en sus manos una charola con su desayuno se paró frente a él, preguntándole si no le molestaba que se sentara en el lugar vacío. Sorprendido por la belleza de la joven, Antonio tardó un momento en responderle, para en seguida indicarle con gusto que lo hiciera. Pronto entablaron una conversación intrascendente, en la cual ella le informó que laboraba en el mostrador de Aeroméxico y que con frecuencia desayunaba y comía en ese lugar, en tanto Antonio le aclaró que trabajaba en las oficinas de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, y que también él frecuentaba la cafetería. A partir de esa ocasión prácticamente todos los días coincidían en el almuerzo o la comida, y no tardaron en entablar una bonita amistad. Sin proponérselo comenzaron a salir juntos con cualquier pretexto y una noche al dejarla en su casa después de salir del cine, ella rompió con la timidez de Antonio y se atrevió a besarlo en los labios con ternura. Antonio nunca hubiera intentado subir de nivel por miedo a terminar con la amistad que disfrutaba con ella, pero en ese momento despertó y le correspondió con todo el corazón. Tres meses más tarde se casaron por lo civil y por la iglesia, la ceremonia en el templo de nuestra señora de Guadalupe fue memorable, siendo bendecida por el sacerdote de la familia de ella y complementada con la asistencia y felicidad de familiares y amigos. El festejo fue en grande en un salón de fiestas de moda durando hasta el amanecer del otro día, cuando en el aeropuerto los novios fueron despedidos por sus familias y abordaron el avión que los llevó a la ciudad de los Ángeles, donde pasaron su primera noche de luna de miel. Al siguiente día abordaron el avión que los llevó a la paradisiaca isla de Hawái, lugar en el cual disfrutaron toda una semana de las maravillas de la isla, y que agradecieron en gran medida a la ayuda prestada por sus respectivos trabajos en el Aeropuerto de la ciudad de México.
De regreso al país vivieron un tiempo en el departamento de él, hasta que les autorizaron un crédito del INFONAVIT, para comprar una bonita casa cercana al templo de San Juan y al agradable parque de la colonia, ideal para un matrimonio de recién casados, lugar en el cual disfrutaron de una felicidad casi completa, debido que a pesar de todos sus esfuerzos no lograron ser bendecidos por el nacimiento de un hijo; sin embargo, estaban en los trámites de adopción de una hermosa bebita, cuando por desgracia aconteció la tragedia.
Lo regresó a la realidad el repiqueteo de un teléfono muy cerca de él, fue hasta entonces que se percató que casi se había sentado sobre un celular olvidado en la banca. Tomándolo con cierto repudio respondió la llamada, contestándole una voz femenina que le ofreció una recompensa por entregarle el celular que había extraviado en algún lugar del parque de la colonia. Puestos de acuerdo, quedaron de verse en una cafetería Starbucks para hacer la entrega del celular a su dueña. Como sucede en el mes de diciembre, todos los lugares estaban repletos de gente rebosando alegría, comprando regalos o disfrutando las fiestas navideñas en bares y restoranes, y Starbucks no fue la excepción. Por un momento, Antonio dudó poder encontrar entre tantos comensales a la dueña del celular; sin embargo, no tardó en distinguir a una joven sobresaliendo entre toda la gente, como un faro en medio de una intensa neblina.
De alguna manera supo que esa bella joven era la dueña del celular, y no se equivocó cuando se presentó ante ella. Una vez identificados, Antonio escuchó por primera vez el nombre de la joven: Miriam. La entrega del celular fue el principio, sin proponérselo ambos congeniaron y con amena plática el tiempo se les pasó volando, coincidiendo con tristeza en que el motivo por el cual se conocieron era extraño: Miriam había asistido a la boda de una amiga celebrada en el templo de San Juan, y al sonar su teléfono móvil salió al parque para responder, sentándose en la banca para dar instrucciones a una amiga que no daba con el templo; suponía que al levantarse de la banca se le cayó el celular de su bolso, poco antes de que Antonio se sentara en el mismo lugar donde había sido asesinada su esposa por robarle el celular, permaneciendo sentado hasta el momento en que el celular sonó para que él respondiera, y de alguna manera la extraña coincidencia también sucedía en diciembre, el mismo mes en que aconteció la tragedia hacía cinco años. Como fuera la joven Miriam intentó animarlo en esas fechas, invitándolo a la posada que celebraría en su casa y no aceptando ningún pretexto para no ir, convenciéndolo de que era la única forma de recompensarlo por regresarle su celular, ya que él no había aceptado ningún reconocimiento monetario. En la posada Antonio pudo olvidar por un momento su pena, y conociendo a su esposa fallecida, estaba seguro que de alguna manera ella había logrado el encuentro con la bella joven para que él pudiera rehacer su vida. Miriam resultó una excelente anfitriona que lo hizo divertirse como hacía mucho tiempo no lo hacía, aceptando con gusto cuando lo invitó a festejar la cena navideña en su casa. La joven no solo era realmente hermosa, sino también era inteligente, graciosa y alegre, así que se disculpó con sus familiares por no poder disfrutar con ellos la Nochebuena de ese año, pero había aceptado la invitación de una nueva amiga que recién había conocido, lo cual alegró a su familia porque deseaban que Antonio encontrara el camino para proseguir con su vida, aunque ahora se había despertado la curiosidad en sus corazones y la ansiedad para conocer a la nueva amiga.
Esa cena de Navidad fue inolvidable para Miriam y Antonio, la familia de ella resultó encantadora y lo recibieron como si fuera uno más de ellos, sin importarles a los padres que él fuera mayor que su amada Miriam. Al repartir los regalos a las doce de la noche, Antonio se felicitó por haber llevado unos discretos obsequios cuando él recibió el de Miriam. Sin desear abusar de la amabilidad de la familia, Antonio se despidió poco después agradeciendo a todos los presentes su hospitalidad, y acompañado de la hermosa joven salió al portal de la casa adornado con un bonito pesebre, en medio de un jardín con motivos navideños e iluminado con luces multicolores. Al despedirse, ella miró hacia el marco de la puerta donde colgaba el muérdago que acostumbraba la familia, y respetando la leyenda, Miriam rompió con la timidez de Antonio y se atrevió a besarlo en los labios con ternura.

José Pedro Sergio Valdés Barón

lunes, 26 de agosto de 2019


El embrión
José Pedro Sergio Valdés Barón
Se miró en el espejo una vez más y lo que vio le agradó, aunque su rostro no era muy agraciado era bastante atractivo y como sin duda el costoso maquillaje de su amiga hacía milagros no fue sorpresa que la convirtiera en toda una belleza, lo cual se complementaba con su cuerpo bien formado por el ejercicio diario en el GYM, por lo que esperaba tener bastante éxito entre los hombres en el antro Chic´s, donde iría a divertirse con sus amigas de la universidad.
            Por fin las cuatro jóvenes estuvieron listas y en el auto de una de ellas se dirigieron al Chic´s, donde esperaban pasar una alegre velada bailando y bebiendo con algunos compañeros de la Facultad de Derecho. A Emily la entusiasmaba el que iba poder estar cerca de Marco, a ella le atraía y él parecía corresponderle. « ¿Quién sabe? —Pensó— tal vez hasta podría darse una bonita relación entre ellos». No obstante ser apenas las diez de la noche, el lugar se encontraba lleno de jóvenes como ellas en busca de diversión. En la penumbra adornada con láseres multicolores, en medio de un ambiente denso de humo y malos olores, resonaba la estridente música de moda que hacía bailar a una multitud desenfrenada. Las cuatro jóvenes se acomodaron con dificultad a un lado de la barra del local, y de inmediato se proveyeron de unas refrescantes cervezas al mismo tiempo que sus ojos se esforzaban por encontrar a sus compañeros de estudios.
            Marco López era un joven apuesto muy popular en la facultad, las jovencitas se le insinuaban constantemente y tenía fama de ser mujeriego, sin embargo él sentía una atracción especial por Emily de la Rosa, a pesar de que no era la más bella de las mujeres con las que podía andar. Desde la mesa junto al barandal del piso superior del antro, Marco pudo distinguir a las cuatro jóvenes cuando ingresaron al lugar y se alegró al reconocer a la distancia y en medio del hervidero de gente a la compañera que le interesaba. Bajando la escalera se dirigió hacia las jóvenes, abriéndose paso entre el gentío bailando en la insuficiente pista de baile, hasta que de pronto y al mismo tiempo se cruzaron las miradas de Emily y Marco, quienes sin disimular el gusto que les daba verse se abrazaron afectuosamente. Después de saludarse, Marco guío a las cuatro amigas hasta la mesa en donde se encontraba el grupo de la Facultad de Derecho. Al igual que varias parejas, Emily y Marco no perdieron tiempo ni se molestaron en bajar a la pista de baile, poniéndose a bailar de inmediato entre las mesitas del segundo nivel del antro. El tiempo transcurrió más rápido que un suspiro y las amigas de Emily debieron decidir que era hora de regresar a la casa de una de ellas, donde supuestamente pasarían una noche entre amigas, sin embargo Emily se negó pretextando que Marco se había ofrecido a llevarla más tarde. Puestas de acuerdo las amigas se despidieron dejando a Emily en el Chic´s con Marco; sin embargo no pasó mucho tiempo para que Emily y Marco se despidieran del grupo que todavía permanecía en el lugar, aunque al salir se toparon con un chubasco que el ruido de la música dentro del local no les dejó escuchar. Sin importarles mojarse, como niños muertos de la risa corrieron hasta el auto de Marco, pero no pudieron evitar llegar totalmente empapados. Sin proponérselo ambos se quitaron la ropa mojada, quedándose con el brasier y la minifalda Emily y Marco con los pantalones,
              El aguacero parecía no menguar y era tan intenso que no se podía ver a más de cinco metros de distancia, empañando rápidamente los vidrios del auto de Marco con el calor interior producido por los cuerpos húmedos de los jóvenes semidesnudos. Después de un momento, paulatinamente la risa por su jocosa situación fue disminuyendo conforme sus miradas se entrelazaran en un deseo incontenible, al mismo tiempo que sus rostros se acercaban permitiendo por vez primera tocarse sus labios con ternura, haciendo inevitable que se encendiera la llama de la pasión. Marco fue gentil al percatarse que ella era virgen y Emily se entregó a él sin condición, fundiéndose ambos como un solo ser en un mundo que pareció detenerse.
Emily sentía que su sueño se había hecho realidad convirtiéndose en la novia de Marco, haciendo que de pronto su popularidad en la Facultad de Derecho se incrementara, sus amigas la admiraran y algunas hasta la envidiaran, y los chicos no perdieran oportunidad para insinuársele. Marco era muy dulce con ella y durante el sexo la transportaba al éxtasis del amor. Por desgracia el paraíso de Emily no duró ni una semana, Marco comenzó a eludirla, no respondía a sus llamadas y hasta la dejó plantada en dos ocasiones. Como siempre sucede en estos casos, las acomedidas amigas no tardaron en informar a Emily que habían visto a Marco con otra mujer. A Emily se le vino el mundo encima y durante días se encerró en su cuarto sin dejar de llorar; no podía creer que Marco le hiciera eso a ella después de haberle jurado que era el amor de su vida. Para el colmo estaba angustiada porque no le había bajado su regla y ella era muy puntual, solo le variaba por dos o tres días máximo y ya llevaba semana y media sin bajarle el periodo. Sintió morirse cuando la segunda prueba de embarazo salió positiva; ya no había duda, estaba embarazada y Marco se había vuelto ojo de hormiga.
Decidida para encontrar a su amado, se propuso buscarlo en todos los lugares que sabía que él frecuentaba. El primer día no tuvo suerte, fue al segundo día que lo encontró con la líder de las porristas del equipo de fútbol americano, amorosamente abrazados en el asiento de una mesa de la cafetería cercana a la rectoría. Sintiendo que el corazón se le paralizaba de dolor, se acercó a la acaramelada pareja parándose frente a Marco y con voz entrecortada le espetó sin dejar lugar a dudas:
    Necesitamos hablar
    ¡Emily! ¿Qué haces aquí? —Marco se puso de pie sorprendido y sin saber qué hacer.
    Como no respondes mis llamadas, vine a buscarte ¡Necesitamos hablar! —Ella le repitió sin dejar de mirar sus ojos.
    ¡Claro! te prometo que voy a verte a tu casa esta tarde —Marco intentó evadirla.
    ¡No! Tiene que ser ahora o ¿prefieres que sea aquí mismo? —Emily habló con tal firmeza que le dejó claro a Marco que no aceptaría un no por respuesta.
    Está bien, permíteme un momento y ahora te sigo —Diciéndole algo a la bella joven que veía la escena sin entender lo que pasaba, tomó del brazo a Emily y salieron de la cafetería encaminándose al parque cercano sin decir una sola palabra.
Sentándose en una banca, sin ningún preámbulo Emily le entregó a Marco la segunda prueba de embarazo, preguntándole:
    ¿Qué vas hacer al respecto?
    ¿Qué es esto, de qué me estás hablando? —Marco replicó completamente confundido y empezando a temer lo peor.
    ¡Nada, solo que vas a ser padre! —Ella le aclaró, con lágrimas en los ojos.
    ¡No es posible!...—Después de un momento se atrevió a preguntar — ¿Cómo sé que es mío? —Él intentó huir de su responsabilidad.
    ¡Eres un imbécil! —Furiosa, Emily le dijo, al mismo tiempo que le volteó una cachetada con toda la fuerza de que era capaz.
    Perdona, pero es que no puedo creerlo, me tomaste por sorpresa —Él se disculpó avergonzado — ¿Qué quieres hacer?
    ¡No sé! Tú dímelo.
    ¡Entiende, Emily!...No podemos casarnos ni rejuntarnos, no tenemos dinero y debo terminar mi carrera —Marco se adelantó a lo que pensó que vendría.
    Entonces ¿Qué opciones nos quedan?
    ¡No lo sé! Vivir en la casa de mis padres o de los tuyos con un niño en brazos no creo que sea una buena idea, y uno de los dos tendría que dejar su carrera para cuidar al niño y el otro también para poder trabajar y sobrevivir. No creo que nuestros padres puedan o quieran ayudarnos mucho y nosotros habremos echado a la mierda nuestras vidas.
Sin poder contener el llanto, Emily pudo murmurar:
    ¡Dios mío! ¿Qué vamos hacer?
    Me temo que solo nos queda una opción….El aborto —Sugirió Marco, con precaución. 
    ¡Eso es horrible!
    ¡Piénsalo bien, Emily! Eso resolvería el problema y podríamos continuar con nuestras vidas como siempre.
    ¿Cómo siempre? ¿Matar a nuestro hijo no significaría nada? Y qué tal si yo muero en el proceso de abortar. Para ti es algo muy fácil, no tienes que sufrir nada.
    Lo sé, pero te juro que estaría contigo todo el tiempo apoyándote y te ayudaría lo más que pudiera con el dinero —Se comprometió, Marco —Además tengo un amigo que conoce a una partera muy buena y que no cobra mucho.
    ¡No sé!....Voy a pensarlo y ya te avisaré lo que decida —Concluyó, Emily, poniéndose de pie.
Antes de tomar una decisión, Emily quiso hablar con su compañera de cuarto, Ana. Ella era mayor, tenía mucha experiencia y parecía una mujer muy centrada y confiable. Esa misma noche coincidieron en el departamento que compartían y Ana deseo saber qué había acordado Emily con Marco, a lo cual ella le respondió:
    Quiere que aborte…Está dispuesto ayudarme con dinero y a ponerme en las manos de una partera.
    ¿Y tú qué piensas? —Preguntó, Ana, mirando fijamente a su amiga.
    ¡No lo sé! Voy a pensarlo —Emily respondió eludiendo los ojos de Ana.
    ¿En serio, vas a pensarlo? —Dijo incrédula, Ana.
    ¡Claro! Es una decisión importante que podría afectar toda mi vida.
    ¿Quieres decir que estás considerando abortar?
    ¡Por supuesto! Creo que de esa manera no se verían tan afectadas nuestras vidas. Es solo que tengo miedo de hacerlo, sin duda podría ser muy peligroso y doloroso —Fue la respuesta de Emily, eludiendo la mirada de su amiga.
    ¿Y qué me dices de tu hijo que ya llevas en la panza? —Le inquirió Ana, un tanto molesta.
    ¡Es solo un embrión! —Se justificó Emily, evasiva.
    ¡Es un nuevo ser con vida propia!
    No es lo que asegura Anastasia, la líder feminista de la facultad de derecho, y por ello está luchando para la legalización del aborto y la igualdad de género —Argumentó, Emily.
    Para comenzar la igualdad de género y la legalización del aborto son dos cosas totalmente diferentes. Me parece que el exigir que las mujeres tengamos los mismos derechos que el hombre en todos los ámbitos sin restricciones es, sin duda, correcto y necesario. Sin embargo el pedir que el asesinato de una inocente e indefensa vida sea legal es una aberración inhumana.
    No estoy de acuerdo, el exigir que se respete el derecho que la mujer tiene sobre su propio cuerpo me parece justo, en tanto la ley impuesta por hombres que impide este derecho no debe existir en pleno siglo XXI, especialmente en los países machistas.  
    ¿Y qué me dices del derecho que tiene tu hijo de nacer?
    ¡Te repito, todavía ni siquiera es un feto! A estas alturas no tiene desarrollado un sistema nervioso ni órganos definidos, es apenas un embrión —Argumentó, Emily, intentando más de convénserse a sí misma que a Ana.
    Es posible que así sea, pero la interrupción de un embarazo es mucho más complicado que el simple proceso de abortar. Existen muchos factores que deben de tomarse en cuenta, como: el religioso, social, económico, patológico y físico, entre otros, y todos tienen detractores y promotores que argumentan conceptos lógicos y validos; sin embargo, exceptuando algunas situaciones donde la interrupción del embarazo es necesario y está plenamente justificado, como en el caso de una violación, o en el de una malformación importante del feto que ponga la vida de la madre en riesgo o su felicidad posterior, en la mayoría de las situaciones el embarazo pudo ser evitado; por fortuna en la actualidad existen muchos medios para evitar un embarazo no deseado o que pudiera atentar contra la filosofía de cualesquiera de los factores señalados, tal y como es tu caso. Tú, a pesar de no ser una persona ignorante, tuviste relaciones sexuales por placer sin importarte las consecuencias, fuiste estúpidamente irresponsable, descuidada y apática, y ahora estás pensando en abortar para no afrontar tu responsabilidad y la de Marco, sin importarles lo más mínimo el derecho a la vida que tiene su hijo que llevas en el vientre y que no fue su culpa el haber sido procreado. En cuanto a Marco no es de extrañar, es un tipo narcisista que aprovecha su físico para utilizar a las mujeres y después votarlas cuando se aburre de ellas, como lo ha hecho contigo.
    Tienes razón…pero ¿qué puedo hacer? un niño echaría al traste mi vida, todos mis planes, todo lo que quiero hacer —Emily se lamentó casi en un susurro y a punto de volver a llorar.
    Te sientes así porque estás pensando negativamente, por el contrario si piensas que tu hijo por nacer es el resultado del amor que sentiste por Marco, sin duda lo amaras y será tu nueva razón para lograr todo lo que te haz propuesto; será la motivación para alcanzar la huidiza felicidad, sin nada de qué arrepentirte, ni la amargura de haber asesinado a tu propio hijo.   
    Tal vez sea así, pero no sé si pueda hacerlo —Emily no pudo ocultar sus dudas.
    No te preocupes, sé que lo harás y cuenta con mi ayuda. Además estoy segura de que tus padres te apoyarán, es posible que al principio estén molestos contigo, pero no tardarán en volverse locos con tu hijo —Le aseguro su amiga Ana.
Finalmente, Emily no tuvo el valor de enfrentar su responsabilidad y su culpa, y de manera egoísta decidió abortar poniéndose en las manos de la partera con la ayuda de Marco; sin embargo como siempre sucede cuando se toman malas decisiones, Emily estuvo a punto de morir durante el proceso y tuvo que ser internada de emergencia en el hospital Ángeles. Ahora Emily ya puede disfrutar del sexo sin ningún riesgo de quedar nuevamente embarazada, para salvar su vida los médicos debieron extirparle la matriz, y aunque quisiera jamás podrá concebir un hijo propio, ni nunca sabrá lo que es la bendición de ser madre.
Fin
     


sábado, 13 de julio de 2019

Al final


Al final
José Pedro Sergio Valdés Barón

Estaba por completo confundido, la joven tomándome del brazo me parecía conocida a pesar de mí vista borrosa, y su dulce voz que apenas podía escuchar me tranquilizaba. Por más que intentaba recordar no sabía dónde estaba, sin embargo me sentía seguro con la joven llevándome hacia algún lado.
El sol brillaba intensamente en el firmamento a esa hora del día, no obstante yo sentía frio mientras caminaba con lentitud siguiendo a la joven, sin importar que mis piernas y mi espalda encorvada me dolieran un poco a cada paso que daba, pero eso no era lo que me preocupaba, sino el no poder recordar nada de lo que había hecho esa mañana, lagunas que eran más frecuentes cada día. Lo último que recordaba era que había salido de mi casa acompañado por alguien, pero a partir de ahí todo se volvía borroso. Mirando a la joven de pronto me sentí angustiado, caí en cuenta que no me importaba verme en el espejo con la cara arrugada, con la barba y mi poco pelo totalmente cano, sino me dolía que en mi mente se comenzara a esfumar mi vida, que mi pasado y el presente se confundieran y muchas veces no distinguiera lo real con lo que creaba mi imaginación.
Volví a mirar a la joven y su rostro se me hizo familiar, de alguna manera sentí que la amaba y ella me correspondía, sin duda existía un fuerte lazo entre los dos, por lo cual no me explicaba por qué no la podía recordar. Me deje llevar por ella sin ningún temor, me subió a su auto y me llevó por las calles de mi ciudad que tanto amaba. Casi sin darme cuenta reconocí la fachada de mi casa cuando llegamos al frente, y me pareció que la joven había sido muy gentil al llevarme hasta mi hogar, por ello no podía dejar de darle las gracias, fue entonces cuando ella me abrazó y riendo me dijo: « ¡Papá! soy yo, tu hija». Por fin la reconocí y me pregunté cómo había sido posible que olvidara aquel bello rostro de mi propia hija, y sin poder evitarlo el mundo se me vino encima, porque a partir de ese momento le temo más a la vida que a la muerte.



lunes, 25 de febrero de 2019

Carta a mis hijos


Carta a mis hijos
José Pedro Sergio Valdés Barón

Queridos hijos, me entristece escribir esta carta porque creo que se preocuparan por mí; sin embargo deseo explicarles con detalle lo que es convertirse en viejo y así ustedes puedan prepararse, a mí nadie me anticipó nada y solo pude presenciar la vejez que es obvia para todos. Sin embargo, no es solo el que se te arrugue la piel, que disminuya la vista y el oído, que se te encoja el cuerpo y te duelan los huesos, que apenas puedas reconocer a las personas y hasta a los seres amados y, al final, vencido por las enfermedades y los achaques, te vuelvas dependiente y ansíes la muerte. ¡No! Todo eso no es más que lo superfluo, lo importante y muy profundo es tu mente, es ir perdiendo muy lentamente el raciocinio y la facultad de distinguir entre la realidad y la imaginación, que pierdas la memoria y solo queden algunos recuerdos añorados o dolorosos. En mi persona he podido casi sentir como se han ido apagando neurona tras neurona, disminuyendo mi capacidad mental que ha sido lo más importante para mí, aunque en compensación siento que ha crecido el amor hacia ustedes y mis nietos. Ahora cada día me motivo viendo crecer a los hijos de mis hijos, y a veces creo que me hacen recordar alguna travesura de alguno de ellos; pero, la verdad, ya no estoy seguro si en realidad sucedió o solo es una ilusión producto de mi imaginación. ¡Sí! Mijos, el pasado se me va haciendo borroso, ahora me confundo y no sé si algún suceso pasó ayer o antier. Es como si un hermoso paisaje campirano se fuese opacando durante un eclipse de sol total y las sombras tornaran todo en sombríos grises que estrujan el alma. Me doy cuenta que estoy perdiendo todo lo que nos hace seres pensantes, haciéndome temer más a la vida que a la muerte.