martes, 21 de agosto de 2018

El reclamo


El reclamo
José Pedro Sergio Valdés Barón
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Todavía era de madrugada cuando su madre los despertó para ir a trabajar al basurero municipal, él y sus dos hermanos mayores acompañaban todos los días a sus padres y solo su hermana adolecente se quedaba al cuidando de sus hermanitos pequeños de solo tres y dos años de edad.
Todas las mañanas salían de su casa hecha de adobe, láminas metálicas y de cartón, para caminar los diez minutos que los separaban del vertedero de basura municipal. Era importante llegar temprano al tiradero antes que los demás recogedores, porque así podían tener más oportunidades de recolectar la basura más cotizada, como eran los deshechos de aparatos domésticos, botellas, plásticos, metales y ropa vieja, aunque a veces se llevaban todo tipo de sorpresas, desde un valioso billete perdido hasta un feto humano abandonado. 
Benito y su familia ya estaban acostumbrados a los fétidos olores, a la suciedad y a convivir con la presencia de animales carroñeros, como ratas, zopilotes y perros famélicos; sin embargo cada vez era más difícil el trabajo, debido a que cada día estaban aumentando las personas que, abrumadas por la pobreza, se veían obligadas a recolectar basura como último recurso para sobrevivir, y la competencia se estaba convirtiendo en una feroz lucha de perros y gatos.
Su padre alcohólico con 51 años de edad y sin estudios ya no podía conseguir trabajo y sus hermanos apenas podían leer, sumar y restar operaciones sencillas y él no sabía nada, sin embargo se había propuesto aprender de cualquier manera y no cejaría en su empeño. Había oído que un grupo de personas intentaban ayudar a los hijos de los recolectores de basura, dándoles clases de primaria básica los sábados por la mañana en un baldío que estaban acondicionando con una carpa y bancas restauradas.  
Logró convencer a sus padres para que le dieran permiso de inscribirse en la escuela primaria provisional y fue de los primeros niños en hacerlo. El inicio de clases los sábados cambió felizmente su rutina, y aunque ese día seguía levantándose junto al resto de su familia, en lugar de acompañarlos al basurero se dirigía alegremente a la escuela improvisada, donde de inmediato destacó como un estudiante muy inteligente y dedicado. La maestra Virginia no tardó en encariñarse con Benito, despertándole el deseo de apoyar al niño en lo que pudiera.
Las damas del grupo humanitario El corazón de Guadalupe se habían dado a la tarea de ayudar a los niños de padres recolectores de basura, y a la maestra Virginia Buenrostro le asignaron dar clases los sábados por la mañana en la escuelita del Bordo de Xochiaca, el tiradero más grande de la cdmx y probablemente de toda Latinoamérica. La primera vez que llegó al Bordo quedo impresionada, no solo por su tamaño sino por los repugnantes olores que despedía la suciedad y los niños harapientos que deambulaban entre la basura junto a repulsivos animales. No se desmoralizó, por el contrario sintió una mayor necesidad de ayudar a esa gente y se convirtió en una de las personas que más se empeñaba para lograr una escuela provisional lo mejor posible, donde se impartieran los conocimientos básicos para que los niños tuvieran una mejor oportunidad de vida.
La maestra Virginia no tardó en darse cuenta que Benito era un niño especial, no solo por su brillante inteligencia, sino además a sus siete años era muy responsable y parecía una esponja sedienta absorbiendo todos los conocimientos posibles a su alcance. Cuando aprendió a leer devoraba los libros a pesar del poco tiempo que tenía libre entre semana y solo cuando su madre le ordenaba que se durmiera apagaba la vela que iluminaba su lectura. Un año después, Benito estaba más que listo para los estudios de secundaria, por desgracia sus padres no podían darse el lujo de enviarlo a la secundaria pública más cercana, no tenían manera de prescindir de él en el trabajo y mucho menos tenían dinero para comprar los libros y el uniforme que se requerían. Cuando Benito sin razón aparente se ausentó de clases durante varios días, la maestra Virginia temió que estuviera enfermo o le hubiera pasado algo, así que con la anuencia del grupo El corazón de Guadalupe un buen día la maestra Virginia se presentó en el vertedero en busca de Benito, pero no obstante creer que se había adaptado a los olores nauseabundos del lugar, estando tan cerca tuvo que taparse la nariz para soportarlos sin poder evitar las náuseas. Mientras buscaba a Benito sus ojos se humedecieron al observar a los niños que parecían nadar entre la basura, debido literalmente a que el suelo se sumía a sus pies al haberse ablandado por los gases tóxicos contenidos en la inmundicia. Para su fortuna, la maestra no tardó en encontrar a Benito y, aliviada al verlo bien, le gritó para que se acercara. El niño se asombró al ver a su maestra en medio del basurero llamándolo con insistencia, intrigado y pensando que algo andaba mal, tan rápido como se lo permitió la basura se acercó a la profesora Virginia, quien con una sonrisa en su bello rostro le explicó el motivo por el cual lo estaba buscando: como no sabía dónde vivía se le ocurrió ir al vertedero para localizarlo y averiguar por qué no se había presentado a clases. Benito, desplazando a su maestra lo más retirado del cúmulo de desperdicios, le aclaró que el motivo era que su hermano Salvador se había enfermado de una infección y permanecía en cama muy malo. Compadeciéndose del muchacho, la maestra le pidió que avisara a sus padres que la llevaría a su casa para ver qué podía hacer por su hermano enfermo. Transcurridos varios minutos regresó el niño acompañado de su madre, quien, después de las presentaciones, guió a la profesora hacia su humilde hogar en tanto Benito regresaba al trabajo.      
Salvador era un niño de unos diez u once años postrado en un desvencijado catre y cubierto a medias por una cobija despidiendo malos olores, la cual permitía apreciar un cuerpo esquelético y amarillento empapado en sudor por la alta fiebre. Chava, como le llamaban de cariño, se había cortado una mano con un vidrio en el basurero y sin los cuidados necesarios se le infectó. Como sus padres no tenían dinero para llevarlo con un médico y el Centro de Salud estaba muy retirado, solo pudieron conseguir agua oxigenada y merthiolate en la farmacia local con lo que intentaron curar la infección que se presentó más tarde. La maestra Virginia se preocupó al ver el brazo de Chava con un color azuloso y llagas supurando a pesar del emplaste de hierbas medicinales que le había aplicado un vecino, quien a veces fungía como curandero de la segregada comunidad, y se le partió el corazón al ver a la madre consolando a su hijo y tratando de bajarle la fiebre con trapos húmedos en la frente. Sin pensarlo más la maestra le aseguró a la madre que no se preocupara, y salió de la miserable vivienda en busca de su camioneta para llevar al niño a emergencias del Hospital de Salubridad del municipio de Netzahualcoyotl.
Con las relaciones de algunas damas del grupo humanitario el Corazón de Guadalupe, la maestra Virginia logró la admisión de Salvador en el hospital y que los médicos lo atendieran de inmediato, por desgracia no pudieron salvar la extremidad y debieron amputarla hasta la mitad del brazo; sin embargo, todos agradecieron a la Virgen de Guadalupe que Salvador conservara la vida, aunque probablemente sería muy dura para él en sus condiciones.
La maestra Virginia no se conformó y aprovechando el agradecimiento de los padres de Chava, los convenció para que permitieran a Benito estudiar la secundaria y mientras lo hacia ella se haría cargo del niño. Como esto representaba unas manos menos para el trabajo en el basurero, además de la obvia incapacidad de su hijo Salvador, la maestra les ofreció una despensa semanal que había autorizado el grupo humanitario Guadalupano. A partir de ese momento la vida de la familia Sánchez cambió por completo, ahora tendría la comida asegurada y el dinero que sacarán por su trabajo en el vertedero podrían utilizarlo para comprar un poco de ropita de segunda, mejorar su vivienda y tal vez hasta también pudiera estudiar Salvador siguiendo los pasos de su hermano Benito, quien se estaría labrando un mejor futuro para él y su familia con la ayuda de la maestra Virginia.
Para Benito salir de ciudad Netzahualcoyotl fue como transportarse a otro mundo, un lugar inimaginable donde al principio se intimidó, pero conforme la camioneta transitaba por las calles y avenidas, en tanto la maestra le respondía sus preguntas, su asombro fue creciendo hasta que quedó maravillado de la cdmx y se sintió feliz por lo que comenzaba a vivir. Su felicidad fue completa cuando fue bien recibido por el esposo de la maestra Virginia, un exitoso abogado de nombre Ramón Dehesa, y su hija Ana Laura, quien se acomidió para mostrarle al niño el hogar de la familia Dehesa Buenrostro, a la cual ahora él también pertenecería. Al mostrarle la habitación que sería de él, le explicó que antes había sido de su hermano fallecido en un asalto malogrado, resultado de la creciente violencia que imperaba en la cdmx y que parecía que nadie podía librarse de ella sin importar el nivel social, el lugar o la hora.
Ni soñando Benito se imaginó la vida que tenían otras familias, y aunque la de la maestra era de la clase media alta, su casa sin ser una mansión era bastante grande y estaba amueblada sin lujos pero muy acogedora, a todas luces muy diferente a la en que vivía su familia, haciéndolo sentir remordimientos con frecuencia cuando comparaba las carencias que seguían sufriendo sus seres queridos con todo lo que ahora él disfrutaba. Se consolaba pensando que si estudiaba lo suficiente podría tener un trabajo que le permitiera ayudar a su familia y sacarlos de la pobreza extrema en la cual vivían.
El joven Benito ingresó al Colegio Buckingham con una beca completa otorgada gracias a la maestra Virginia, quien impartía clases de primaria en la misma escuela. Su corta edad para la secundaria llamó la atención de alumnos y profesores, y más tarde se hizo popular como el estudiante más sobresaliente del colegio, haciendo sentir orgullosa a su familia y a la de la maestra Buenrostro. La dedicación de Benito solo se interrumpía los fines de semana, cuando los sábados se iba con la maestra al Bordo de Xochiaca. Ella a impartir clases a los niños pepenadores y él a convivir con su familia hasta el domingo por la tarde que lo recogía la profesora.
En poco más de un año Benito terminó la secundaria, y las pruebas wisc que le hicieron determinaron que su ci era de 155, sin duda la de un niño superdotado. Un hecho que la maestra Virginia intuyó cuando Benito fue su alumno y ahora le abría las puertas con una beca completa en la preparatoria y universidad que él eligiera. Benito prefirió el Colegio Simón Bolivar para estudiar la preparatoria, y unos meses después fue elegido para presentar una ponencia en el Tecnológico de Monterrey con el tema: La pobreza extrema en México. La exposición de Benito fue muy aclamada y tocó el corazón de todos los que la escucharon, motivando que pronto le llovieran invitaciones de varias universidades para que presentara su ponencia. No fue sorpresa que Benito fuera catalogado entre los diez niños más superdotados de México y fue seleccionado para exponer el agradecimiento en la ceremonia de la sep para galardonarlos, encabezada por el presidente de la República Eugenio Pérez Núñez y el secretario de educación pública Armando Félix Campos, entre otras celebridades de la educación y la política.
Cuando Benito Sánchez Cihtli subió al pódium todos guardaron silencio, incluyendo al presidente epn y al secretario de educación afc. La voz de Benito era grave y por el micrófono inundó a toda la concurrencia, y al no llevar nada escrito pudo encarar directamente a los ojos del presidente epn al iniciar su ponencia de agradecimiento:
            —Señor presidente Eugenio Pérez Núñez y autoridades presentes, mis compañeros y yo les agradecemos encarecidamente la distinción y la premiación que nos han hecho el honor de otorgarnos; sin embargo, hay muchas cosas que por desgracia no podemos agradecerle y que aprovecho la ocasión para solicitarle que nos aclare:
Señor presidente epn ¿cómo es posible que en un país como México, con más del sesenta por ciento viviendo en la pobreza, donde hay familias como la mía trabajando entre los desperdicios de un vertedero de basura para apenas sobrevivir, existan ciudadanos que estén compitiendo por estar entre los más ricos del mundo, como Carlo Salim? ¿O que la mayoría de los políticos con un puesto público amasen fortunas que son una ofensa para el pueblo? ¿O como usted señor presidente que ha incrementado su capital hasta ser considerado, no oficialmente, como uno de los cincuenta hombres más ricos de México; sin embargo, a pesar de mantener un bajo perfil de su riqueza, los mexicanos la hemos intuido con las mansiones que ha comprado su esposa, al verla con toda la familia dilapidando dinero en los lujosos Mall de eua, y más recientemente se le ha visto gozando la vida en la ciudad de Paris acompañada también de la familia, haciendo sospechar a la opinión pública la probabilidad de que esté buscando ahí mismo un palacio para cuando usted se autoexilie al terminar su gobierno, como medida de precaución en caso de presentarse algún reclamo social importante, estrategia que utilizaron con éxito algunos exmandatarios que le precedieron?
Benito hizo una pausa esperando la respuesta de epn. En medio de una tensión expectante el mandatario, visiblemente molesto, se inclinó sobre el micrófono que tenía enfrente en la mesa y comenzó hablar conteniendo apenas su enojo. Como casi siempre sucedía, epn no tardó en comenzar a desvariar y salir con sus acostumbrados “osos” que hicieron sonreír con burla a los presentes. Como estaba siendo repetitivo, Benito lo interrumpió con una nueva pregunta: ¿Tal vez sí pueda explicarnos la razón por la cual el gobierno de México no es capaz ni de sufragar una educación básica a las poblaciones marginadas, como sí lo hacen organizaciones no gubernamentales, en su mayoría extrajeras, o por qué en el sector salud hay tantas carencias, si supuestamente los gasolinazos diarios son para cubrir el déficit de Pemex y de esa manera no tener que afectar los presupuestos de esos sectores?
De pronto el sistema de sonido calló y comenzó a emitir un molesto zumbido que dio por terminado el vergonzoso espectáculo de epn y sus acompañantes. Alguien dio la orden para detener el reclamo público al gobierno que estaba haciendo un niño de solo nueve años de edad.
Al terminar la preparatoria, Benito decidió aceptar la beca de la Universidad de Columbia en New York para estudiar la carrera de Economía Internacional, y aunque su familia había prosperado con la ayuda de la maestra Virginia y el grupo humanitario El Corazón de Guadalupe, quienes ayudaron a sus padres para conseguir un trabajo modesto pero estable, y escuela a sus hermanos que felizmente dejaron de trabajar en el vertedero, al recibirse de economista aceptó un extraordinario trabajo en la ciudad Suiza de Lausanne junto al lago Lemán, donde la corrupción era mínima en comparación con México y todavía se podía pasear en las noches sin correr peligro de ser una víctima de la delincuencia; un lugar en el cual también existía la pobreza, sin embargo era tal que podría ser envidiada por la clase media mexicana. A ese país europeo emigró con toda su familia, y agradeciendo infinitamente a la Maestra Virginia y a todas las personas que le ayudaron, con el corazón partido les dijo adiós y jamás regresó a su amado México.

Fin
José Pedro Sergio Valdés Barón

Si sientes que también podrías unirte al reclamo, puedes comenzar por compartir esta historia que, siendo ficticia, está basada en la realidad que están sufriendo millones de mexicanos, no solo en los vertederos de basura sino a todo lo largo y ancho de la República Mexicana.

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